viernes, 12 de febrero de 2016

El amor tardío


“No, nada llega tarde, porque todas las cosas tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas.”
 
José Ángel Buesa
 
Hay un momento de la existencia, en la que uno comienza a ser descrito por los demás como un hombre "otoñal".
Y aunque es una frase comúnmente conocida, hasta que me ha llegado el momento de ser visto así no había reflexionado sobre ella. Y meditando sobre esta comparación entre las edades del hombre y las estaciones del año, me doy cuenta de cuán acertada resulta. El otoño es el momento en el que la naturaleza se reduce a lo esencial, prescindiendo de cuanto adornó su devenir previo. Los árboles pierden la hoja y los animales cambian el pelo, preparándose ambos para vivir el futuro invierno. Recordando el poema zen que nos dice:  
“Los árboles meditan en invierno, gracias a ello, florecen en primavera, dan sombra y frutos en el verano y se despojan de los superfluo en el otoño”, podemos entender que el otoño es ese momento de la vida en el los proyectos de juventud han quedado en el pasado, todo lo que construimos deseando ser alguna vez ya no forma parte de nuestro futuro. Ya florecimos en la primavera de nuestra vida y dimos el fruto de nuestros hijos en verano, y llegado el otoño, es necesario que busquemos la paz necesaria que nos permita vivir el invierno final. Así es como resulta necesario prescindir de toda impostura, de todo fingimiento, limitarnos a ser nosotros mismos desechando cuanto de banal haya habido en nuestra vida, de todo aquello por lo que erróneamente hemos luchado en nuestra juventud y que no era más que vanidad, humo que se pierde arrastrado por el viento hacia el horizonte. Es el momento en el que podemos ser nosotros plenamente, y al liberarnos de nuestros planes y de nuestras metas, de nuestra ambición, podemos vivir de un modo más espiritual, más centrados en lo esencial.
 
¿Y qué hay en la vida más esencial que el amor? Amar y ser amado es lo único que justifica nuestra existencia, que le da sentido. Y si el azar quiso que el otoño de la vida nos llegará en soledad, el amor debe encontrarnos serena y plácidamente, como se reencuentran dos amigos unidos por una antigua amistad, y la pasión ha de seducirnos con sutileza  y sabiduría, pero con la misma fuerza con la que se apodero de nuestra alma antaño.
  
La Balada del amor tardío

Amor que llegas tarde,
tráeme al menos la paz:
Amor de atardecer, ¿por qué extraviado
camino llegas a mi soledad?

Amor que me has buscado sin buscarte,
no sé qué vale más:
la palabra que vas a decirme
o la que yo no digo ya…

Amor… ¿No sientes frío? Soy la luna:
Tengo la muerte blanca y la verdad
lejana…- No me des tus rosas frescas;
soy grave para rosas. Dame el mar…

Amor que llegas tarde, no me viste
ayer cuando cantaba en el trigal…
Amor de mi silencio y mi cansancio,
hoy no me hagas llorar.


           Dulce María Loynaz (1902-1997)


Para escuchar: Amor tardío de Alberto Cortez

Letra

Mira por donde te has venido a enamorar ahora,
cuando tu mar, era la mar de espuma,
¿será quizás un relámpago más,
o un reflejo de sol en la bruma?.


Mira por donde esta partida hay que jugarla entera,
hay que arriesgar para sacar partido,
¿será verdad que la felicidad
siempre tiene algún as escondido?.


Amor tardío,
que inunda de colores
los más umbríos
espacios interiores.


Amor tardío,
un resto de locura
en el baldío
que ocupó la ternura.


Amor tardío,
emergencia del alma,
resto de estío
que el otoño reclama.


Amor tardío,
antorcha reanimada
con nuevos bríos
donde ya no había nada.


Mira por donde te has venido a enamorar ahora,
y no hay razón en el amor que valga,
si quiere entrar se le deja pasar,
y si quiere salir, que salga.


Mira por donde tu naranjo se llenó de azahares,
y cada flor con su mejor aroma,
hay que saber, si se quiere saber
que el amor sabe hablar su idioma.


Amor tardío,
que inunda de colores
los más umbríos
espacios interiores.


Amor tardío,
un resto de locura
en el baldío
que ocupó la ternura.


Amor tardío,
emergencia del alma,
resto de estío
que el otoño reclama.


Amor tardío,
antorcha reanimada
con nuevos bríos
donde ya no había nada.


José Alberto García Gallo (Rancul, La Pampa, Argentina, 11 de marzo de 1940), mejor conocido como Alberto Cortez, es un compositor, cantante y poeta argentino muy admirado y querido en España.

Alberto Cortez es conocido por muchos como "El gran cantautor de las cosas simples". Algunas de sus obras más conocidas son: En un rincón del alma, Cuando un amigo se va, Callejero, Mi árbol y yo, A partir de mañana, Te llegará una rosa, Castillos en el aire, El abuelo, canción esta última que obtuvo un éxito fenomenal y que fue interpretada también por la cantante venezolana Mirla Castellanos. Muchas de sus canciones se basan en hechos y personajes reales o simplemente en sentimientos y adversidades a lo largo de su vida.

Fue gran amigo del cantautor Facundo Cabral, con quien se presentaba en ciertas ocasiones cantando obras como No soy de aquí ni soy de allá y Cuando un amigo se va. En sus conciertos trataban de entrelazar un poco de humor al show. Con veinte años se fue en barco a Génova, y de allí en tren a Amberes, donde grabó su primer disco.


Durante su extensa carrera artística Cortez ha realizado actuaciones y colaboraciones con destacados artistas tales como Facundo Cabral, con quien grabó cuatro discos y realizó exitosas giras por América Latina. Junto a Estela Raval grabó un disco titulado En un rincón del alma, lo que se tradujo en un gran éxito. Con María Dolores Pradera grabó a dúo la canción En un rincón del alma para el disco En buena compañía de dicha artista. Grabó el tema Distancia con Mercedes Sosa para el disco Cómplices, lo que derivó en una gira integrada por ambos en 1991. Grabó con Ricardo Arjona su tema Mi árbol y yo.También grabó canciones del director musical español Mike Ribas.
 

 

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