domingo, 1 de julio de 2018

¿El amor correcto?: la leyenda del hilo escarlata.


A Edgar Oceransky

Cuando se descubrió que el corazón está conectado al dedo meñique por la arteria ulnar, en algunos países, muchas personas comenzaron a enlazar sus meñiques para enfatizar la promesa de algo importante. Pero ya desde mucho antes, en Extremo Oriente existe una leyenda que se narra en todos los hogares japoneses a los niños y jóvenes. Dice así.

En la Luna vive un anciano, que sale cada noche a buscar entre las almas aquellas que están predestinadas a unirse en la Tierra, y cuando las encuentra, las ata con un hilo rojo para que no puedan perderse. 

Hace ya mucho tiempo, vivió en Japón un joven impetuoso e imprudente emperador que, al enterarse de que en su reino vivía una bruja muy poderosa capaz de ver el hilo rojo que unía a las almas, la mandó traer a su presencia. Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al su dedo meñique y le condujera hasta la que sería su esposa; la bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir el hilo a través del reino, hasta llegar a un mercado, en donde una pobre campesina ofrecía sus productos con una niña recién nacida entre los brazos. Al llegar ante la campesina, se detuvo frente a ella, la invitó a ponerse de pie e hizo que el joven emperador se acercara y le dijo: “Señor, aquí termina tu hilo”; al escuchar a la bruja, el emperador se encolerizó, y creyéndose burlado por la bruja, se acercó a la anciana empujando al avanzar a la campesina haciéndola caer mientras aún sostenía a su pequeña hija en los brazos, que golpeó con su frente en el suelo, prorrumpiendo en un fuerte llanto mientras comenzaba a manar sangre de una herida. Luego ordenó a sus guardias que apresaran a la bruja y le cortaran la cabeza.

Pasaron los años, el emperador se había convertido en un hombre sabio y justo, nunca había conocido el verdadero amor, y la ausencia del mismo lo habían tornado sabio y prudente. Desesperanzado, creyendo que nunca conocería al alma que le fue destinada, se convenció de que había llegado el momento en el que debía casarse y tener un heredero. Llamó a sus consejeros y escucho sus palabras no sin cierta resignación, que le recomendaron que desposara a la hija de un general muy poderoso y leal, una joven de gran belleza y virtud, conocida por su compasión para con todos. El emperador aceptó el consejo, pidió a la joven en matrimonio y comenzaron los preparativos para recibir a la que había resultado elegida su esposa.

Llegado el día de la boda, el emperador ardía en deseos de conocer a la mujer a la que uniría su vida, cuya belleza y bondad tantos elogios merecía. La joven entró en el templo con un hermoso vestido y un velo que velaba totalmente su rostro. Terminada la ceremonia, el emperador alzó el velo de la que ya era su esposa, viendo por primera vez su hermoso rostro. Sorprendido, advirtió que tenía una pequeña cicatriz muy peculiar en la frente. Rápidamente las lágrimas inundaron a sus ojos, al advertir la cicatriz que él mismo había provocado al rechazar su propio destino años antes. Un destino que la bruja lo había puesto frente a sí y que decidió descreer castigándola injustamente. Y las almas unidas del emperador y de la joven, unidas por el viejo en la Luna, por fin se unieron para siempre.

Según la tradición japonesa, la enseñanza de la leyenda del hilo rojo, está unida con la comprensión del propio destino, y el papel preponderante que juega el amor en este hilo. Pues los amores destinados a encontrarse no pueden eludir su destino sin errar, ni podemos escapar al destino de unirnos a la persona que nació para amarnos. Cuando dos personas están destinadas a encontrarse, en algún momento de sus vidas lo harán. Sin importar las circunstancias ni los obstáculos que se alcen entre ellos, y por muchas trampas que ponga entre ambas almas el destino, al final, se encontrarán.

Un día, sin esperarlo, el milagro ocurrirá. Porque el hilo rojo no es material, ni visible para las personas corrientes, es irrompible y, como el amor que simboliza, todo lo puede. Se puede enredar una y mil veces; pero, al final, se desharán todos los nudos la vida cobrará su pleno sentido. No importa que el hilo parezca estar lleno de nudos imposibles o que la vida sea muy larga o muy corta, el amor y el destino siempre encuentran la senda para unir a las almas destinadas a amarse, por difícil que esto parezca.

¿Qué te falta para amar? ¿El hilo? Aquí lo tienes…


¿El amor correcto?
¿No es una decisión?
Saber elegir el momento adecuado:
¿No es el principio del amor?

Soñar su cobriza piel en mi piel
dibujando en su espalda
luces de navidad,
y hacer en agosto año nuevo,
sólo con querer.

¿No es intuición?

Detener el tiempo
sabiendo que, esta vez,
no hay por qué perder.
Que el futuro,
no es cosa de tres,
¿No es una emoción?

Amarse,
fuera del espacio y del tiempo,
respirar, con los ojos cerrados,
el aire que nos rodea,
dejando que en él flote
el aroma del amor.
¿Es azar o elección?

Mudarse a la vida de otro
siguiendo el hilo rojo,
que une nuestro corazón
a su corazón,
con la melodía de la ilusión:
¿No es la única razón?

Sentir el roce de su alma
borrar los inviernos
que la pena dejó,
sentir cómo el silencio
nos congela las alas,
para no saltar más al vacío
que nos separó.
¿Es certeza o indecisión?

Y tú y yo,
dos pájaros desconocidos,
que viven en vuelo de rotación,
volviendo al punto de retorno
dónde todo comenzó.
Porque sabemos que,
no hay dudas
que el amor correcto, llegó.


Para escuchar: Hilo escarlata de Edgar Oceransky.

Letra

Quién entrelaza las piezas del juego
con el hilo escarlata del corazón.
Por qué entrecruzan historias
que luego solo encuentran
caminos hacia el dolor.


Cuando es instinto
cuanto decisión
cuanto azar o intuición.
Sólo se que el destino y tus ojos divinos
me enseñaron la más triste y bella lección.


Que soltar no significa decir adiós
que si alguien te besa el corazón
siempre te habitará
los labios se alejan,
pero el beso no tiene final.


En el tejido de causas y afectos
hay misterios
que escapan a la razón.
No hay carretera sin intersección
no hay vida si no hay decisión.
Nunca el destino es el fin del camino,
pero obliga a tomar siempre una elección.


Y soltar no significa decir adiós.
Que si alguien te besa el corazón
siempre te habitará.
Los labios se alejan,
pero el beso no tiene final.


Es un instante la eternidad
como un sueño
que incendia la eternidad
aunque al despertar
los labios se alejan,
pero el beso no tiene final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario