sábado, 22 de diciembre de 2012

¡Valor!






"No tenemos bastante valor. Debemos tener más valor. Sólo el valor es necesario. Valor, valor; y después, valor. Y si no basta el valor, audacia; si no basta la audacia, temeridad; si no basta la temeridad, locura, y si no basta la locura, la muerte. Sólo tenemos necesidad de valor. A España le falta valor. Los españoles no son espiritualmente bastante valerosos. Es necesaria una cura de valor. La Historia, la Cultura, el ingenio son cosas bellísimas para los cobardes. Pero no valen absolutamente lo que el valor. Quien no tiene valor, no hará nada grande. Quien no tiene valor, no hará nada nuevo. Quien no tiene valor nunca será verdaderamente él mismo. Quien no tiene valor no podrá liberarse del pasado, de los demás, de los ejemplos y de las tradiciones. Quien no tiene valor nunca podrá escapar de las miserias españolas, italianas, francesas, alemanas, americanas o rusas que hacen lentos y circunspectos nuestros pasos. El genio es valor. La grandeza es valor. La originalidad es valor. La destrucción es valor. Hay que tener el valor de no ser comprendidos. Hay que tener el valor de que se rían en nuestra cara. Hay que tener el valor de desafiar el desprecio de los enemigos y los temores de los amigos. Hay que tener el valor de ganar poco dinero. Hay que tener el valor de escupir y vomitar sobre lo que amamos y veneramos. Hay que tener el valor de pasar por idiotas, por locos furiosos, por bribones y por charlatanes. Hay que tener el valor de maltratarnos a nosotros mismos y de avergonzarnos de nosotros mismos, para salir, finalmente, de lo que todos hacen, creen y admiran. Hay que tener el valor de hacer cabriolas en las plazas de las ciudades y de recibir en la frente las patadas de los periodistas. Única salvación: el valor. Único camino de redención: el valor. Única razón de orgullo: el valor. Único título de gloria: el valor. Única prueba de fuego: el valor.

Es preciso el valor, siempre valor, más valor; cada día, cada hora, a cada momento, más valor. Valor, sólo valor. Nada más que valor. Valor para nosotros y valor para los demás. Valor para la demolición y valor para la creación. Valor contra el ayer y valor para el mañana. Valor en la vida y valor en la muerte. Valor ante el ridículo y valor ante el amor. Nosotros mismos, que cantamos al valor, que invocamos el valor, que predicamos el valor, que hemos hecho del valor el meollo de nuestra política, el motivo de nuestro pensamiento, la regla de nuestra vida; nosotros mismos, que tenemos más valor que los demás, más valor que todos y que nos avergonzamos de la cobardía ajena como de un deshonor nuestro; nosotros mismos, que intentamos desarraigar los derechos humanos, los derechos de la razón y otras veneraciones y devociones públicas y universales, nosotros mismos no somos bastante valerosos. No tenemos todo el valor necesario. Hay todavía en nosotros un poco de respeto por la gente que viste de traje y presenta los telediarios, por la gente que lee los periódicos; un poco de miedo a los profesores, a los críticos y a los periodistas; un poco de comedimiento ante la gente seria. Hay todavía en nosotros alguna preocupación por la claridad, un poco de susto por el delirio sin ley, un poco de cuidado por el orden y la expresión. No, queridos amigos. No somos bastante valerosos. Hasta a nosotros nos falta valor. Todavía somos demasiado cobardes. Tenemos todavía grandes manchas de racionalismo en alguna circunvolución de nuestro cerebro. No tenemos el valor de ser más vulgares. No tenemos el valor de ser más insultados. No tenemos el valor de ser más brutales. No tenemos el valor de ser más incomprensibles. No tenemos el valor de ser más zafios, más ignorantes, más maleducados, más facinerosos, más irreverentes. No tenemos el valor de ser más distintos de todos los antiguos, modernos y contemporáneos. No tenemos el valor de ser más bestiales, más bárbaros, más salvajes. No tenemos el valor de parecer todavía más locos, más frenéticos, más maníacos, más delirantes, más furiosos. En ciertos momentos somos tan tímidos como aquellos a los que golpeamos, despreciamos y rechazamos. A veces nos mostramos tan inciertos como aquellos a los que detestamos de todo corazón. Algunos días somos tan temerosos como aquellos a los que quisiéramos fusilar. También nosotros necesitamos más valor. Todavía valor. Siempre más valor. Valor, valor, valor; y después, valor. Sólo triunfaremos con el valor. Sólo seremos nosotros mismos con el valor. Sólo venceremos a las supersticiones invencibles con el valor. Sólo romperemos todas las viejas formas políticas, filosóficas, musicales, literarias, con el valor. Sólo eliminaremos de nuestra sangre todos los venenos de la cultura, de la imitación, de la admiración, con el valor. Sólo sepultaremos para siempre a los muertos embalsamados a fuerza de valor. Sólo pulverizaremos a los enemigos a fuerza de valor. Crearemos una nueva atmósfera, una Patria nueva, una vida nueva, siempre y cuando tengamos valor. Sólo podemos desafiar al presente y al futuro con la ayuda del valor. Valor siempre. Mucho valor. Enorme valor. Valor infinito. Eterno...".

Eran otros tiempos, y como decía Marquina: “Muy viejo estoy; y hoy los mozos ya no sois de nuestra pro, ni entendéis como nosotros los deberes y el honor”, y aunque sea en la derrota, dejaremos cara memoria de lo que en un tiempo fuimos.


Para escuchar: "La Madrugá" de Dº Abel Moreno.
 

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