martes, 5 de agosto de 2014

Amor constante más allá de la muerte


El Evangelio contiene una frase que siempre me ha hecho pensar: "Porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos" (Mateo 22:14). ¿Pero los llamados a qué?. Sólo hay una respuesta: a amar. El Amor, con mayúscula, entendido como entrega total del alma al otro, es el único verdadero, al que en uno u otro momento de nuestra vida todos nos sentimos llamados de alguna manera.

Algo similar  a lo que sucede con el amor ocurre en el Arte. En la Pintura por ejemplo, a lo largo de la historia muchos hombres se han sentido llamados a los pinceles, pero sólo Miguel Ángel logró dejarnos la Capilla Sixtina, y por ello siempre será recordado y admirado.

Hoy he sabido por la prensa que han muerto Don y Maxime Simpson, desconocidos y anónimos hasta su muerte, tras 62 años de matrimonio. De jóvenes recorrieron casi todo el mundo, y su aventura viajera se prolongó durante varios años,  a lo largo de los cuales trabajaron en distintos países, con el único afán de conseguir algo de dinero para sobrevivir y pagarse el viaje al siguiente destino. Para ellos el amor estaba por encima del dinero. Finalmente se establecieron en la localidad de Bakersfield (California), tras haber adoptado a dos niños extranjeros. Allí Don trabajó como ingeniero, la profesión que lo llevó a abandonar su localidad natal en Dakota del Norte, e ir a parar a California en donde conoció a la mujer de su vida. La existencia de ambos siempre estuvo marcada por la sencillez y la entrega a los demás,  lo que les llevó a colaborar con numerosas asociaciones culturales y asistenciales. 

Recientemente, Maxime había sido ingresada en el hospital en la fase terminal del cáncer que ha acabado con su vida. La enfermedad estaba muy avanzada, y la pareja de ancianos era consciente de que su vida juntos estaba llegando a su fin. Quizá por ello, Don se dedicó durante los últimos días a revisar álbumes de fotos, y a tratar de arrancarle alguna sonrisa a su esposa, mientras recordaba las viejas historias que le sugerían las instantáneas. Cuando Maxine ingresó en el hospital, Don ni siquiera tuvo que insistir a las enfermeras para que lo dejasen permanecer a su lado. Así que les pusieron dos camas en la misma habitación. Dormían cogidos de la mano.

De entre los que presenciaron sus últimos días, pocos fueron los que no se impresionaron por el amor incondicional que se profesaban mutuamente. Sin embargo, nadie podía esperar lo que sucedería cuando ella murió. Don estaba sano, sus problemas de salud se limitaban a los simples achaques propios de su edad. Cuando a Maxime le llegó el último aliento, Don  le agarró de la mano y, de forma natural, abrazó también la muerte. Así han muerto dos grandes maestros del Arte del Amor.


Sólo Francisco de Quevedo pudo describir un amor así, cuatro siglos antes de que éste naciera. Y Richard Wagner ha sido el único capaz de trasladarlo a un pentagrama.

AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.


autógrafo
Francisco de Quevedo y Villegas

Para escuchar: Preludio y muerte de amor de Isolda de la obra "Tristán e Isolda" de Richard Wagner. Canta la soprano
Waltraud Meier.

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