miércoles, 13 de marzo de 2013

El hijo pródigo



Rembrandt ilustró la "Parábola del Hijo Pródigo” del Evangelio de San Lucas en el final de sus días. En estos últimos momentos de vida del pintor, quiso reflejar en esta pintura un tono reflexivo y una forma de hacer balance de una vida llena de triunfos, pero también de multitud de acontecimientos desgraciados.

Como Rembrandt, quizás como casi todos y al igual que el hijo menor de la parábola, yo también partí una vez lleno de soberbia al comienzo de mi vida de la casa de mi padre cargado de propósitos que nunca se cumplieron y de metas que jamás alcancé. Y hoy décadas después, tras haber mantenido yo también la fría mirada del hermano mayor, en la que se encuentra ausente toda caridad, y haber encarnado el amor esperanzado del padre por sus hijos, vuelvo a ser el hijo menor que suplica un lugar en la casa de su padre, siquiera como criado. Vuelvo a sentir la nostalgia de ser amado con un amor no humano, más sútil y verdadero, más pleno y pausado.

La parábola de San Lucas sirve para ilustrar la vida, no sólo de Rembrandt o la mía, sino la de todas las personas que necesitan dejarse abrazar por el amor inextinguible del Padre que abre sus brazos ante nuestro torpe, tardío, condicionado e incompleto arrepentimiento. 

La clave del amor está en este arrepentimiento origen del perdón. Un acto de humildad que es el inevitable punto de partida para poder pasar de ser el hijo que vuelve a casa, a ser el padre y amar con el mismo amor con el que el padre ama al hijo, un amor incondicional, un amor sin límites que no puede entender el limitado horizonte del hijo arrepentido. Por eso no comprendemos la realidad del amor del padre, y por ello hay algo en nosotros, los humanos, que nos hace aferrarnos a nuestros pecados y nos previene de dejar a Dios que borre nuestro pasado y nos ofrezca un comienzo completamente nuevo. A veces, parece como si quisiera demostrar a Dios que mi oscuridad es demasiado grande como para vencerla. Mientras Él quiere devolverme toda la dignidad de mi condición de hijo suyo, yo sigo insistiendo en que me contentaría con ser un jornalero”.

 Para escuchar: "Tú, mi alfarero" de la Hermana Glenda

Letra  de "Tú mi alfarero"

Un día salí yo de tus manos y tuve vida.  
Un día me aleje de ellas y conocí la muerte. 
Alfarero tengo nostalgia de tus manos,
ven a reparar tu cacharro.

Gira que gira, rueda que rueda
siento tus manos sobre mi greda,
me asombra pensar que que tu le quieras.  
Tu cacharro acaba de caerse,
asaba de quebrarse, acaba de encontrarte.

  mi alfarero... tú mi alfarero....
toma barro y vuelve a empezar de nuevo...  
mi alfarero....tú mi alfarero..
toma mi barro y vuelve a empezar de nuevo.
 
Gira que gira, rueda que rueda
siento tus manos sobre mi greda,
me asombra pensar que tu le quieras.  
Acaso no puedes hacerme de nuevo
acaso no puedes formarme...
 
Tu cacharro acaba de caerse,
acaba de quebrarse, acabda de encontrarte.  
mi alfarero... tú mi alfarero...
toma mi barro y vuelve a empezar de nuevo..
de nuevo, de nuevo, tú mi alfarero (bis).
 
Toma mi barro y vuelve a empezar de nuevo.

Nota: "Greda" es la denominación que se da a la arcilla en Chile.

Glenda Valesca Hernández Aguayo es una cantautora española de origen chileno conocida como la Hermana Glenda. Hace veintiún años que se consagró a Dios. Diecisiete con las Hermanas de la Consolación y luego cuatro como "Ordo Virginum". Inicio su carrera musical hace doce años como una forma de evangelización con la música. Se graduó como teóloga en la Pontificia Universidad Gregoriana y como psicóloga en la Universidad Pontificia de Salamanca. Actualmente reside y trabaja en España, es conocida internacionalmente por su ámbito en la música cristiana católica, ha grabado cinco discos y es requerida por diversos paises en los que da multitudinarios conciertos.
Web oficial: http://hnaglenda.org/es/
 



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